Aunque no exista un tiempo fijo, deben tenerse en cuenta numerosas variables, como son la edad, el trabajo, calzado, patologías previas que tienen mucha relevancia, de manera general, es recomendable acudir al podólogo mínimo una vez al año aunque no existan molestias o alteraciones en el pie a simple vista, de manera preventiva se puede actuar para que estas molestias no aparezcan o retrasemos su aparición.

En función de la edad, las visitas deben acortarse en el tiempo y acudir un mínimo de 2 veces al año, en caso de presentar algún tipo de molestia, que no se exceda nunca de los 3 meses para poder establecer un control exhaustivo de la evolución del paciente.

En niños, una primera visita a los 4-5 años puede prevenir precozmente alteraciones a nivel de todo el miembro inferior en las diferentes etapas de crecimiento del niño.

La visita al podólogo se puede estructurar en 3 partes; la primera de ella en la que se realiza la entrevista con el paciente para conocer su historial clínico y motivo de consulta, una segunda parte en el que se procede a realizar una exploración del pie en su totalidad tanto a nivel de movilidad, articulaciones, palpación de puntos dolorosos, toma de pulsos, temperatura e inspección de alteraciones a nivel de la piel, por último se lleva a cabo las actuaciones correspondientes a nivel de las molestias que presente el paciente y darle solución mediante la quiropodia.

Para saber qué es la fascitis plantar, debemos conocer previamente qué es la fascia. Se trata de un tejido grueso que recorre toda la planta del pie desde el talón a los dedos y es el encargado de sostener el pie.

La Fascitis es la inflamación de este tejido por un exceso de tensión y/o tracción a la que se ve sometida generando en la mayoría de los casos un dolor en la parte central de la planta del pie que puede llegar a ser incapacitante en algunos pacientes.

Se asocia con mayor frecuencia a pacientes con pie plano valgo, su tratamiento en función de la gravedad y molestias es muy variado, en un amplio porcentaje de los casos con terapia física para reducir la sintomatología dolorosa, acompañado de un estudio de la pisada y plantillas personalizadas para controlar la posición del pie mejora considerablemente en un corto periodo de tiempo.

Una mala pisada puede generar disimetrías, problemas de espalda, de articulaciones, etc… Visitar al podólogo es vital para prevenir una lesión que pueda derivar en otro tipo de dolencia. Por ello, es recomendable realizar un estudio biomecánico de la pisada. Gracias a este análisis se conoce la manera de pisar de un paciente, ayudando a diagnosticar o aconsejar para prevenir la aparición de lesiones musculares y osteoarticulares como fascitis plantar, la tendinitis, las sobrecargas musculares, etc

A raíz del conocimiento de como funcionan nuestros pies, se le puede poner tratamiento mediante plantillas personalizadas que ayuden a solventar los posibles problemas evitando así que las diferentes molestias y alteraciones vayan a más y en muchos casos a que estas desaparezcan pudiendo realizar una vida totalmente normal.

Cuando se calva la uña, lo recomendable es acudir al podólogo, este será el encargado de ponerle solución a tus problemas.

Muchas veces estos problemas pueden venir dados, a consecuencia de un golpe, calzado inadecuado, origen familiar, morfología de la uña y en un amplio porcentaje por un corte inadecuado de la uña, ya que la población en general suele hacer cortes redondeados que provocan que la uña se clave cada vez con mayor frecuencia.

Es uno de los motivos de consulta más frecuentes, pero que con las recomendaciones adecuadas y la técnica correcta pueden desaparecer las molestias.

En caso de que las molestias persistan o sean muy reiteradas, se puede optar por una pequeña intervención que no excede los 20 minutos y resuelve el problema de por vida.